Cuaderno de viaje de nuestros reporteros
Asturianos en Sudáfrica
- enero de 2011María Luengo
Vaya por delante que en todo aquello que tiene que ver con el continente africano, y en concreto con el África negra, esta redactora pierde el sentido de la objetividad. Desde que el año pasado conociese esa otra realidad, ese otro mundo, gracias a un viaje a Gambia junto a la ONG Asturies por África, mi corazón se ha vuelto africano. Algo tiene esa tierra para que una no pueda desprenderse de sus olores, colores y las sensaciones que trasmite. Así que la oportunidad de viajar a Sudáfrica fue para mí como un sueño cumplido.
Suponía que era el país de la libertad ganada, perseguida y justa (¡quien no conoce la lucha de Nelson Mandela!), en el que tras una triste etapa de segregación racial motivada por el Apartheid, la igualdad entre blancos y negros era ya efectiva. Y con esa idea en la cabeza salí rumbo a Johannesburgo, nuestra primera parada en suelo sudafricano.
José Luis, Sandra, Enrique, Javier y Nuria nos esperaban en una de las ciudades más peligrosas del mundo. Particularidad de la que enseguida nos percatamos. Con ellos visitamos las urbanizaciones de máxima seguridad, recorrimos una reserva natural en la que disfrutamos del imponente león blanco, contemplamos el estadio en el que la selección española de fútbol se proclamó Campeona del Mundo, nos horrorizamos en el Museo del Apartheid, tuvimos en nuestras manos diamantes de más de 30 mil euros, y sonreímos con los pequeños de una guardería de Soweto, gueto negro famoso por la resistencia de sus habitantes durante el Apartheid.
Cuanto más conocía sobre el país, más conflictos me asaltaban. Es un país rico en oro y diamantes, con una belleza natural impresionante, con recursos suficientes como para que nadie allí pase hambre, con una mayoría negra que alcanza al 80 % de la población, y sin embargo, las desigualdades entre los blancos, mayoritariamente ricos, y los negros, casi en su totalidad pobres, no hacían más que aumentar.
Pero Sudáfrica tiene esto, que a pesar de las dificultades para simplemente pasear por la calle, su otro yo te atrapa. Y con este revoltijo de sensaciones volamos hasta Ciudad del Cabo, probablemente una de las ciudades más bellas del mundo. Allí, de la mano de Miguel, Mariluz y Manolo paseamos entre pingüinos, probamos la marula, contemplamos las vistas de la ciudad que nos ofrece la Montaña de la Mesa, y visitamos la prisión y la celda en la que pasó 18 años de su vida y en terribles condiciones el premio Nobel de la Paz Nelsón Mandela.
Tras todo esto, los claros y los oscuros que Sudáfrica me generaba no hicieron más que aumentar ante la perspectiva de un futuro cercano nada prometedor. Aún así, fue un auténtico placer a repetir. Un lugar por el que seguir interesándose, por conocer su devenir.
Así que sin más, les invito a que sientan por ustedes mismos estas contrapuestas sensaciones a través de Asturianos en Sudáfrica. ¡Espero que les guste!