Cuaderno de viaje de nuestros reporteros
Asturianos en Bolivia
- noviembre de 2012María Luengo
Me repito mucho. Soy consciente. Lo hago cuando intento trasmitiros la enorme emoción que me proporcionan los destinos a los que he tenido la suerte de viajar, las personas a las que he podido conocer, las experiencias que he logrado acumular... Pero es que no encuentro placer mayor que ése. El de recorrer mundo. Es mi vicio confesable. Una pasión que, lógicamente, tiene sus preferencias. Aunque todos los lugares son dignos de visitar y explorar, y en todos ellos aprendo y me enriquezco, confieso que me gustan los países que suponen un gran contraste cultural connuestro mundo. Me gustan los sitios caóticos, que me sorprendan. Me interesa conocer otras formas de vivir. Y en mi lista de destinos soñados y pendientes, estaba Bolivia.
Y con esa ilusión -como siempre- crucé una vez más el charco con un primer destino: la ciudad de La Paz. Cuando se roza el cielo, después de un viaje de 28 horas y una diferencia horaria de 6, uno se estremece y como los humanos no somos alados, pues se paga y aparece el soroche o mal de altura. Mis días en La Paz los recuerdo vagamente. No tuve tiempo a aclimatarme y no me encontraba bien. Aún así, pude apreciar la sensación de estar en el corazón de Los Andes, el bullicio de la ciudad, su enorme influencia indígena. Aunque es realmente ahora, tras la edición del programa, cuando me doy cuenta del encanto del caos de La Paz, de su paisaje árido, de su autenticidad.
Tres asturianas dedicadas a la cooperación, Elena y Carmen, de Gijón, y Marta, de Oviedo, fueron las personas encargadas de guiarnos por la ciudad. Con Elena nos movimos desde la zona más institucional y cosmopolita, al barrio de Pampajasi, donde tuvimos el privilegio de compartir conversación y risas con lasawichas, abuela en aimara. Término con el que se denomina a todas las mujeres mayores. Entrañable visita que nos permitió conocer un poco más de cerca la situación de los indígenas ancianos que se ven obligados a trasladarse a la urbe.
Con Carmen visitamos la zona sur de la ciudad, probamos el contundente desayuno andino, contemplamos la hermosura de las truchas del Lago Titicaca, y hasta nos trasladamos a ¡La Luna!.
Marta fue la encargada de enseñarnos la ciudad de El Alto. El nombre le hace justicia ya que se sitúa a 4.000 metros de altura. Mi cuerpo lo recuerda bien. Imposible dar ni un mínimo paso sin sentir el desmayo. Imposible fijar la mirada, ¡ni soltarse de la barandilla!. ¡Pero vaya si mereció la pena!. El Alto encierra la total esencia de los aimara, que junto a los quechua son las comunidades indígenas más numerosas del país. Su carácter comerciante, su habilidad para buscarse la vida. Allí visitaremos, además, un colegio que ilustra la realidad de una buena parte de la sociedad boliviana y principalmente, de los nativos. Y ya de vuelta a La Paz, nos cargaremos de la buena energía de la diosa Pachamama y los mejores augurios en el Mercado de las Brujas. Colorida, genuina y bulliciosa, confieso que me encantó La Paz, a pesar del malestar que me invadió en las alturas.
Y tras esta breve visita, cambiamos deplaneta. Digo esto porque tengo la sensación de haber visitado dos mundos diferentes, dos países distintos. Descendimos hasta el nivel del mar. Llegamos a Santa Cruz de la Sierra, situado a 900 kilómetros al este de La Paz, y no exagero si os digo que allí, aparte de disfrutar de una temperatura de 10 grados más, comencé a revivir, hasta encontrarte plena de energía.
Santa Cruz poco o nada tiene que ver con La Paz.
La presencia indígena, aunque existente -cómo no- siendo la comunidad mayoritaria la quechua, no es tan palpable. La ciudad desprende un halo de modernidad, de mayor poder adquisitivo (según las zonas, obviamente). De ciudad tropical más propia de Norteamérica. Según mi percepción, quizás menos auténtica que EL Alto o La Paz.
Allí conocimos a Óscar, de Alles, Peñamellera Alta, quien de vacaciones recaló con tan sólo 21 allí en Santa Cruz, y tan bien se encontró, que con solo 21 años, allí se quedó. Con él visitamos el centro histórico de la ciudad, en el que comprobaremos la enorme influencia colonial. Además, contemplaremos la enorme biodiversidad de la zona, en un centro turístico de primer nivel. Un lugar para descansar y disfrutar. Pero si algo he de destacar de nuestro encuentro con Óscar fue la sorpresa que nos tenía preparada.Simplemente, ¡genial!. Sobrevolar Santa Cruz y sus alrededores, en un día espléndido. Con brindis incluido. ¡Un lujo!
Con Ignacio, su hermano, y la razón por la que Óscar visitó aquella primer vez Bolivia, conocimos de primera mano el mundo empresarial de la ciudad, comprobamos su pasado reciente como modelo y actor, visitamos la casa de los españoles en Santa Cruz, y tuvimos la oportunidad de conocer a uno de los artistas más reconocidos de la región, Aldo Peña, nieto de asturiano. ¡Un placer que nos dedicase su música!.
Nuestro recorrido por la ciudad se completó con Marisa y Luis, dos ovetenses muy bien avenidos que comparten trabajo, casa y hasta familia. Ambos pertenecen a una pequeña ONG, sustentada principalmente por asturianos, que se ocupa de gestionar una guardería situada en uno de los barrios desfavorecidos de Santa Cruz. Con ellos conoceremos esa cruda realidad: la de la población más desfavorecida. La de un 35% de los bolivianos. Más que interesante, aleccionadora, gratificante, y agridulce visita. Experiencia que ya forma parte de mi mochila personal. Pero esto no es todo, nos fuimos de compra a un mercado indígena en el que fuimos partícipes de una de las tradiciones más arraigadas y protegidas del país, el coqueo o masticado de la hoja de coca. No sabría cómo definirlo. Prefiero que lo veáis...
Éste fue, groso modo, mi periplo por tierras bolivianas. Me quedé con ganas de mucho más. De visitar lugares como el Lago Titicaca, uno de los más extensos de Latinoamérica, el Salar de Uyuni, el mayor desierto de sal del mundo. Potosí, el Amazonas... ¡Habrá que volver!. Mientras tanto, me quedo con los recuerdos, las imágenes y las experiencias vividas en esta fugaz visita, que ahora estoy deseando compartir con todos vosotros.
¡Espero que lo disfrutéis!.