Cuaderno de viaje de nuestros reporteros
Asturianos en Lima
- agosto de 2011Marco Rodríguez
Me gusta Lima. Sí. Su ubicación hace que en invierno (está situado en el hemisferio sur, por lo tanto ahora allí es invierno) su cielo esté cubierto por un manto de nubes perenne. Su caos circulatorio es indescriptible, hay que vivirlo. Sirva como detalle que la mayoría de los coches tienen un botón que hace que el claxon no suene una sola y discreta vez, sino en batería. Como desarrollo urbanístico, lo cierto es que tampoco enseña nada. ¿Por qué me gusta entonces?. Me he hecho cientos de veces esta pregunta, y la única respuesta contundente que encuentro es: por su gente. Para un profesional de la comunicación, Lima, Perú en general, es un paraíso.
Acostumbrado al recelo, al desplante, a los malos modos, , al no por el no, a las miradas que te hacen sentir un criminal, trabajar en Lima es un privilegio. No sólo hay un permiso (no escrito) para grabar casi donde quieras, sino que hasta les ofendes si ellos no son los elegidos por el objetivo de tu cámara. Colaboran, sonríen, y te ofrecen lo poco que tienen. El limeño, a pesar de su status social, la mayoría medio-bajo, es acogedor y cariñoso. ¿Existe inseguridad? Es una pregunta directa, pero la respuesta es muy relativa. Datos en la mano, -500 asaltos denunciados al día-, sí. Pero la clave es no llamar la atención, y procurar ir acompañado. En todo caso hablo de la Lima periférica. El centro, los barrios de Miraflores y San Isidro, no difieren en nada de Madrid o Barcelona. Además su gastronomía es rica, aunque nada más llegar te hablan del ceviche, pescado crudo preparado con cebolla y limón, y con eso te quedas. Mención aparte merece el pisco, una especie de orujo que beben en cientos de variedades. Nuestros asturianos nos introdujeron al pisco sour, un explosivo cocktail que incluye... ¡clara de huevo!. La Lima colonial impresiona. La plaza de armas, su catedral, la casa donde el extremeño Francisco Pizarro se instaló tras conquistar la ciudad, -hoy Palacio de Gobierno-, también. No impacta menos la Lima pobre, sus mercados en los que no hay un hueco libre (ni humano ni material). Lima se abre al Pacífico, Lima es el Malecón, lima es plata y oro (no lo robamos todo los españoles), Lima es café y patata. Todo esto mezclado, es un cocktail explosivo que entenderán mucho mejor si deciden no perderse Asturianos en el Mundo- Lima, nuestra particular visión de la ciudad, aderezada por la experiencia y las preferencias de seis paisanos que por muy diversos motivos, viven allí (allá). Aprovecho este espacio para mandarles de mi parte, y de parte de Tonono de la Granda, a Marcos, a Alfonso, a Marino, a Manolo, a Xuan y a Avelino, un cariñoso saludo. Me gusta Lima, sí.